En los madriles había muchas ganas de volver a paladear a Napoleón Solo. Con 3 discazos en la saca tocaba presentar el cancionero recién horneado flanqueado a la perfección por sus himnos anteriores. Un bolazo genial y ejemplarizante dónde los andaluces se volcaron en las protagonistas: las canciones, dejándose llevar por halos mágicos alargándolas y gozándolas sin dejar de cuidar cada intro interregnizándolas sin prejuicios, paladeando cada acorde.
El compensadísimo conciertaco iba a desplegarse en 3 actos. Enfilando las 10 y media de la noche el quinteto fue internándose junto a sus instrumentos en una penumbra total precedidos de unas distorsiones locas y atmosféricas atractivísimas.
Tras la dupla disco Antes de que ocurriera y Si el mundo no se acaba hilada a El intercambio para completar el tríptico de partida la banda se marcaría un gesto magno tocando del tirón tema a tema y cronológicamente su último disco. Como apuntaba Alonso el objetivo era corporeizar la traslúcida y maravillosamente críptica cosmovisión de Máximo Ruiz Ferrer. El homenaje fue más que acertado y sentido desgranando una a una todas las sensaciones del nuevo repertorio.
Matamuertos y La cruel, ése temazo adentrativo y adherente, puro duende progranaíno, fue abriéndose paso en la trabajada oscuridad escénica dónde el frontman napoleónico iría dejándose llevar a lomos de su Gibson entre ráfagas flasheantes y espamos visuales que lideraron el momento distorsionil más mítico de su exitosa actuación.
Para la ejecución de Emilia y Pepe José Ubago Bonaparte se arrancaría para rematar un empacado 6x3 guitarrero uniéndose a Jaime y Alonso.
En Yuliana, Juliana llegó uno de los picos de la noche, a 4 guitarras y alargada en las postrimerías con unos Nananá muy a lo Lori Meyers se reivindicó más aún con toda su frescura y verticalidad.
A continuación de la juguetona y bailonga Ramira y el hit mayúsculo Desastre número 1 sería el turno para la operística Perdiendo el tiempo, que antes de la segunda acometida de temazos se haría muy grande gracias a otro alargue épico y contundente de esos que te dejan con ganas de más.
Para culminar la veintena larga de codas que se marcarían elegirían una manga de ases gloriosa a través de composiciones consumadas para el festival de guitarras, coros, cambios de ritmo crecientes, estribillos imán y pegada brutal.
Tras Sueña conmigo la sala se vendría abajo con la demandadísima Lolaila Carmona, con esos falsetes grandiosos.
Enfilando el triplete definitivo descarrilarían Sospecho sospecho, Tiene que acabar y Adiós (clavada posicional), que a doble remate percusionil (Luis Miguel dándole caña a las baquetas y Miguel Ángel tirando de un nuevo juguetito) iría fundiéndose con un cantante entregado hasta los últimos fotogramas.
Desde dónde fuera que paladeara el evento el bueno del decimonónico, adelantado a su tiempo y posromántico Ruiz Ferrer, acompañado quizá de algún buen caldo, quedó claro y meridiano que podía retornar dichoso y campechano a su interesante e interestelar mundo paralelo.
Una chavalada de artistas que gana en las distancias cortas. Así fue como Los Napoleones firmarían un directo soberbio, colosal, con momentos muy cercanos a los shows de megalíticos combos como Los Planetas, Nirvana y Queens of the Stone Age.
Sala El sol
Madrid
Sábado 21 marzo 2015