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Los cohetes de Interestelar nos llevan muy lejos

Interestelar, el festival de música independiente que promete llevarte a las estrellas. O al menos traerlas para que estén más cerca. Una concentración de personas dispuestas a escuchar, bailar y disfrutar. El mismo director del festival, Antonio Romero y el director del Centro de Arte Contemporáneo (lugar donde se llevó a cabo), reflexionaban en la rueda de prensa acerca del tema: Existe una Sevilla más allá de la conocida costumbrista y la mitad de los asistentes llegarán de fuera.

Este año una de las novedades era la participación del Colectivo Amazona, un punto morado formado por mujeres que se encargaba de controlar que ninguna situación de acoso impidiera a los asistentes. Es destacable el hecho de a lo largo de los dos días algunos niños asistieron y pudieron entender la belleza de la música, haciendo un espacio agradable. También fue destacable el pago con tuent, que posteriormente podían volver a canjearse si no habían sido utilizados.

Con nervios y con ganas, llegamos a la Cartuja, caminando, en C1, C2, algunos en coche, otros en bici. Quejándose por la lejanía, agradeciendo la naturaleza.

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Un viernes que dejaba ganas de más

Pese a alguna complicación climática, los conciertos despegaron como estaban previstos. El viernes, antes de entrar al recinto se escuchaba retumbando la voz de Carlos Sadness. Tras pedir las acreditaciones en la ventanilla -una pulsera amarilla donde quedaba impresa la palabra PRESS- nos dirigimos a la entrada. El espacio era amplio, lleno de hierba, arena, carpas. En un primer golpe de vista, se veían dos escenarios (Negrita, Cruzcampo) y a la derecha la zona VIP.

Carlos Sadness cantó varias canciones de su nuevo disco, entre ellas Te quiero un Poco que destacó por el cambio de allí y el estudio. El artista consiguió llenar el espacio de ritmos. Lo mismo ocurrió con Amor Papaya en Invierno. Escucharla desde casa supone un aire más romántico y vivirla rodeada de personas fue una experiencia muy diferente.

Después de él, Juanito Makandé tirando abajo la tarde. Pese a tener un estilo muy diferente a Carlos Sadness, ambos provocaron una sensación de alegría y sonrisa perenne. El momento del día que cantaron se correspondía con la música que transmitieron. No pudo faltar Kamikaze, Niña Voladora y un final apoteósico con Eres para mí.

Después del concierto fuimos a los baños, las colas no eran demasiado largas y se dividían en cabinas como las que tantas veces hemos visualizado en las playas. Para la cantidad de gente que pasaba, hay que destacar su pulcritud (no demasiada pero sí suficiente). A la hora de beber y comer, los servicios del festival fueron también cuidadosos y atentos. Los trabajadores a la par trataban de ofrecer cercanía y amabilidad.

El concierto de Sidecars empezó con la noche encima. Los músicos presentaron canciones de Cuestión de gravedad, siguiendo la temática del espacio. Con sus melodías me hicieron sentir su nostalgia. Al cantar la frase “cruzamos rías baixas” parecía que escuchara el mar, las olas éramos nosotros cantando cargados de emoción. No pude evitar tener un flashback a sus primeros discos, tantas veces teloneros de Pereza y ahora ellos hacían latir de esa forma a tantas personas.

Tras ese momento hubo un cambio abrupto. Quería que festival me ofreciera variedad musical y tomé la osada decisión de ser partícipe del show de SFDK.  No es un tipo de estilo que conozca demasiado, pero previamente hice un acercamiento. He de reconocer que como con Carlos Sadness, sufrí una mutación anímica. Dentro de unos cascos y dentro de un festival es un universo diferente. Disfruté con el ambiente, la energía y vitalidad que contagiaban. Todos fuimos parte del Orgullo Banderillero y el rap sevillano se hizo presente.  Pese a que Territorios haya caído, Interestelar ha sido capaz de hacer converger estilos diferentes para que todos tengan su espacio.

Por último y cerrando el viernes, La casa azul. Más allá de la Revolución Sexual que es su tema más conocido, el resto de canciones escogidas me dejaron con una leve sensación de que podría haber ido más allá, a la espera de Todas tus amigas y Podría ser peor. Aquel día salimos con ganas de más, un poco insatisfechos.

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Después de la lluvia brilla el sol, a veces durante ella

Pese a que las previsiones atmosféricas no parecían favorables nos dispusimos a ir el sábado al festival con la ilusión de encontrar un buen sitio para ver al Kanka. Llegamos un poco antes y aprovechamos para ver desde la carpa que se hallaba frente a los escenarios a Ángel Stanich. Gran parte de los asistentes nos encontrábamos bailando en la distancia, pocos mojándose, todos entregados. “Y ahora que está lloviendo ya no sé si quiero piedras” canta una de sus canciones, muy irónica la situación. Para El arte de saltar era mejor no contar con piedras.

Nos armamos de valor y bajo las gotas que cada vez iban aumentando en número, nos acercamos lo máximo posible al escenario. El Kanka no dejó de agradecernos su entrega y por ese motivo, por lo contradictorio del clima, por la sinceridad se sus letra; ese fue mi concierto preferido. Jóvenes compartiendo paraguas con desconocidos, chubasqueros, no tan jóvenes mirando al cielo. El cantante nos decía “¿ya os sabéis las canciones del nuevo disco?” No parecía creerse la situación.

Después de la euforia del momento fuimos a la zona VIP para ver si podíamos ocultarnos un poco del aguacero (puesto que las carpas eran insuficientes y estaban llenísimas).  Una vez dentro tuvimos que encontrar un hueco muy reducido para cubrirnos y por la incomodidad no tardamos en salir fuer aun rato. Pedimos que nos trajeran algo para secarnos, entre el clima y el movimiento el pelo empapado fue volviendo a su estado natural. Aprovechando que estábamos fuera y que los precios no eran tan desorbitados compramos un par de bocadillos y unas patatas para cenar. Tratamos de darnos prisa y volvimos justo para el concierto de Coque Malla.

Es evidente que todo el Festival estaba ansioso por escuchar No puedo vivir sin ti. Parecía que no podía dulcificarse más esa melodía cuando, para la sorpresa de todos, apareció Annie B Sweet. Se recibió con gran  alborozo por parte de todos, fue uno de los momentos más intensos.

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Lori Meyers y Dorian estuvieron atestados de gente. Apenas podíamos verlo por un latera, todo el mundo quería estar. El primer grupo hizo uso de muchas pantallas, luces, una puesta en escena deslumbrante. Emborracharme, Religión, Mi realidad, ¿Aha han vuelto?… Un repaso general a su discografía. Dorian volvió a innovar la tormenta, esta vez de arena y consiguieron trasladarnos A Cualquier otra parte. Fueron unos cabeza de cartel dignos de su posición.

Para cerrar, las Nancys Rubias hicieron un concierto divertidísimo. Mario Vaquerizo no dejó de moverse y animar al baile. Pese a que muchas canciones eran desconocidas para los asistentes, consiguieron que hubiera un deleite generalizado. Nos daba igual, nos encantaba, gente del ochenta y gente del dosmil hasta las tres de la mañana animados.

Ese día salimos con el vaso que valía un tuent (tres euros) vacío pero con el espíritu lleno del festival. Merece la pena y se agradece que en una ciudad donde concurre tantas personas, todos puedan tener un hueco entre la variedad sonora, estilística, cromática. Hasta el próximo despegue, Interestelar, ha sido un placer volar contigo.

 

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