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Con cabeza y corazón

Un grupazo de Granada siempre es acertado para rematar un año glorioso. Los andaluces mutando Madrid desde Penélope de nuevo ofrecieron otro directo compacto y sólido como de costumbre.

Antes de ellos el quinteto vigués Maryland desplegó un aplicado y brillante power pop progresivo que calentó motores haciéndose eco en su mayor parte del elegante Los años muertos. Pero tampoco olvidaron su primigenia etapa inglesa despidiéndose con una versión toma y daca anglopopurrí que cerró un entrante sónico agradable y adherente.

Pasado, presente y futuro asegurado. Niños Mutantes como el buen vino es una de esas bandas de trayectoria impecable, acuñadora de himnos, currante y por las que te das cuenta de por qué te gusta tan jodidamente la música.

La primera tanda mutante se abría con la tajante y acertadísima Es lo que hay, trabajada por Andrés con destreza desde el Roland, al que se aventuró Juan Alberto para alzar El circo cerrando estos primeros posos de El futuro con la exquisita guitarra iniciática de Robot, otra cancionzaca-declaración de intenciones que entonaba definitivamente al público para seguir disfrutando de muchos minutos de poprock de muchos quilates.

Los siguientes temas partirían de la icónica y exitosa Las noches de insomnio pasando por la maravillosa La puerta y siguiendo con otro himno de postín, Naúfragos, dónde todos nos vinimos arriba en otro momento jugosón.

La pausa filoacústica vendría de la mano de la surfera Barronal y El miedo, instantes en que Andrés y Juan Alberto se marcaron un double dragon sentío y trabajado. Entonces llegó una delicatessen de El sol de invierno: Manual de autoayuda, composición creciente dónde las haya.

Con la pertinente y contextualizante Caerán los bancos se experimentó un clímax más para encarar el último tramo antes de las acometidas finales.

Con Volverás tirando de ayuda de parte de su staff desde las teclas se hiló la lúcidamente decisiva y (auto)homenajeante Boomerang, otra coda para seguir engordando un repertorio glorioso y al alcance de muy pocos.

Te favorece tanto estar callada no podía faltar y para la ocasión se enlazó con magia a Hundir la flota.

El bis no pudo comenzar mejor, la brutalidad himnaria mutante de Todo  va a cambiar atronó gozosa y karaokil por cada poro de la sala y de los presentes. El himno mutante más reciente en el que la batería de Nani cabalga contundente y apasionada que no para de expandirse y conquistar melomanías y que personalmente considero uno de los temazos imprescindibles e incontestables de 2014.

La última dupla fue para Errante (canción mutante) y la insómnica La voz, atinadísima para rematar más de una veintena de composiciones magistrales y cuidadas.

Otra formación para seguir congratulándose, un concierto grande para despedir el mágicomelómano 2014. La única nota negativa a cargo de una organización que no dejó hacer bien su trabajo a los medios —nunca entenderé el acotamiento vip del público a modo de corral en un gesto de antidemocratización sónica y menos en un concierto de música independiente—. En el mundo de la música hay que cuidar a la gente que va a cubrir los eventos, los fotógrafos y los redactores tienen que tener libertad de movimientos, debe ser una sana interconexión recíproca. Pero nada impide nunca lo más poderoso e irreversible, la buena música y las buenas canciones, que permanecen, curan y compensan casi todo como bien tuve el placer y el privilegio de convenir con Nani y Juan Alberto, 2 músicos como la copa de un pino, humildes y buena gente que hacen que cada día te arrepientas menos de abismarte en la melomanía.

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