La magia se siente en La sala, la percusionista nos da las buenas noches con una gran sonrisa antes de comenzar. Con Mujer perfecta, nos habla del conocimiento de una misma, de la búsqueda y la pérdida. Plástico te atrapa en una red de sonidos que te enseñan su visión de la realidad como una red, la realidad como algo muy diferente a la vacuidad de la vida rutinaria pero confortable.
Con Entre cajas nos ensenó que vivimos entre cajas y que, como dice la canción, ser feliz es de cajón.
Adicción a la acción nos hace vibrar ante el no parar de la vida, siempre corriendo a alguna parte, siempre teniendo algo pendiente, siempre viviendo en un futuro inexistente, siempre alejándonos del presente, olvidando el aquí y ahora. La acción como evasión.
A ritmo de soul, Virginia canta sobre esos días que no queremos que acaben aludiendo a la película Groundhog Day, título que le da nombre también a su canción.
Con Dos ruedas Virginia describe un día de paseo en bicicleta, de disfrutar de los momentos sin preocupaciones, sólo sentirse vivo.
Sube al escenario Alicia Morillo con un ukelele y con mucho humor nos cuenta que, cuando Virginia le propuso tocar juntas, buscó alguna canción fácil que aprender, la menos machista que encontró fue Pinocchio y esa fue la que cantó. Con el vozarrón de Alicia y el ritmo de Virginia su compenetración trasladaba a un bar del viejo oeste.
Y sin posponerse más, llegó la hora que todos esperaban, la hora del vicio, y a ritmo de perreo, Hipersexualidad, con una atractiva y pegadiza crítica al sexo, un mercado de personas de plástico y cerebros sintéticos supuestamente liberales pero resignados a una mentira.
Acabó con El regalo. Ideal para cerrar una noche que sin duda también lo fue. Virginia se mostró sin tapujos y con una mezcla de humor y crítica, con un aire fresco de música viva.
